martes, septiembre 27, 2005

De vuelta, no sin nostalgia

Varios días después de lo prometido (el fin de semana vino complicado), aquí está, por fin, la culminación de mis aventuras en los pagos del Azul. Les había dicho que esa mañana, la del viernes 23 de septiembre, no llovía. Bueno, cuando salí del ciber sí llovía. Anduve por la Municipalidad para averiguar algo del ingeniero Salamone y sus obras, pero casi no había información. De todos modos pasé un par de horas agradables con la encargada del archivo, la señora Norma Binzuña, que tuvo la amabilidad de alcanzarme caja tras caja de viejos documentos que yo revisaba con ahínco. Luego almorzamos en la casa de Nazareth, donde conocí a dos fantásticas personas: sus padres. El papá es un conocido escribano y la mamá es directora de la Biblioteca Bartolomé J. Ronco. Me divertí muchísimo con ellos, me mostraron una parva de fotos antiguas de la ciudad... y comí infinidad de cosas, lo que fue coronado por exquisitas conservas caseras. (Si me quedaba un par de días más aumentaba diez kilos, seguro). Después del almuerzo, por fin, fuimos al lugar que todos ustedes quieren ver: el Cementerio. Aquí está el famoso portal diseñado por Francisco Salamone. Los lugareños llaman a esta imagen el Ángel de la Muerte, o Exterminador. Yo lo veo más cercano a la idea del Guardián del Umbral, como el Ángel que velaba con su espada de fuego la entrada del Paraíso. Esta es la parte de atrás. Como en Laprida, la obra es integral y no sólo una fachada. Una vez dentro, vi que la simbología es la clásica: relojes de arena con alas, antorchas invertidas, ángeles y Cristos. Pero lo que me llamó la atención es la cantidad de veces que aparece la calavera, con o sin tibias cruzadas. En particular me gustó ésta, con dos serpientes entrelazadas (cfr. el cayado de Esculapio / Hermes). Al costado del cementerio principal está el de Disidentes (del mismo modo que los cementerios Británico y Alemán bordean el de la Chacarita en Buenos Aires). Es un lugar con una paz sobrecogedora. El camposanto es enorme, mucho más de lo que me pareció cuando lo vi en un plazo de Azul. Aquí me subí a una escalera de madera y tomé un panorama del sector de “tierra”. La chica de espaldas, mi bella guía, Nazareth. A la derecha se ve la montaña de barro de una tumba recién cavada. Chusmeando entre las lápidas, se nos apareció este ilustre precursor de mi Pseudónimo. Además, la foto que pusieron es muy linda. Vaya un saludo para el amigo Triste. Las siete tumbas de Mateo Banks. Estábamos buscándolas y no podíamos ubicarlas. Le preguntamos a un cuidador y de inmediato, como quien está acostumbrado a ese menester, nos llevó hasta allí. Hay mucho Art Déco en Azul, pero casi nada en el Cementerio, lo que me extrañó. Lo más representativo que encontré fue este hermoso mausoleo. Me pregunto si Salamone habrá tenido algo que ver. Miren este detalle de la puerta. Salimos y fuimos al Matadero. La información que yo tenía, basada en Clarín y Página/12, afirmaba que allí había un hogar de perros abandonados. Lo que es escribir desde una oficina: el hogar estuvo siempre en un terreno a cien metros, y en el Matadero se está produciendo miel y otros productos de apicultura. Y ahora, mi descubrimiento. En una esquina de la ciudad, a donde fuimos orientados por la mamá de Nazareth, hay una casa particular de Salamone. Es de un estilo sencillo (se parece a la casa que Andrés Kalnay construyó al lado de la casa Curutchet, en La Plata) y geometrizante, en el que predominan las líneas curvas. En ningún lado vi documentada la existencia de este edificio, por lo que presumo que habrá más. (¿Cuándo habrá tenido tiempo Salamone para esto?). Luego, con el crepúsculo besándonos la nuca como lenguas de fuego, nos llegamos hasta la entrada del Parque Sarmiento. El ingeniero también dejó sus huellas aquí. Nazareth me señaló el parecido de estas columnas con la municipalidad de Laprida. A la noche, antes de la cena (que fue tan abundante como el almuerzo), fui presentado a la mascota de la casa, un inmenso pavo blanco. Mi último paseo fue, de nuevo el Cementerio. Esta vez sí me animé a tomar fotos con flash. El Ángel sigue impresionando. Y finalmente fuimos hasta la ruta 3, donde hay un Cristo Redentor que también es de Salamone. De lejos no me lo había parecido, pero al acercarme vi que es igual (salvo en la escala, claro) al de la entrada del cementerio de Laprida. Lo demás fue despedirnos, esperar dos horas el tren bajo las heladas estrellas de Azul (mientras en Buenos Aires se derramaban océanos), dormir un poco, llegar a Constitución, etcétera. Pienso, espero, anhelo, volver a Azul.
***
Aparte: ayer leí esto en la última Ñ, que compré de casualidad: “Hay un pequeño balcón ahí fuera, la puerta está abierta y veo las luces de los coches en la Harbor Freeway, hacia el sur, nunca se detienen, ese flujo de luces, sin principio ni fin. Toda esa gente. ¿Qué hace? ¿Qué piensa? Todos vamos a morir, todos nosotros, ¡menudo circo! Debería bastar con eso para que nos amáramos unos a otros, pero no es así. Nos aterrorizan y aplastan las trivialidades, nos devora la nada.” Es de Charles Bukowksky, de su libro “El capitán se fue a comer y los marineros tomaron el barco”. Es tan parecido a lo que yo siento que al leerlo un escalofrío me bajó por la espalda. ¿Qué opinan? Besos (y espero que me perdones, Nazareth, por poner tu foto).

6 comentarios:

pequeño ofidio dijo...

Me gustó esto.
Tu relato da como la impresión de que las pampas estuvieran minadas de delirios oscuros, discretamente disimulados entre los yuyos...
Y así es...
Apropiadísimo el epílogo de Bukowsky...

Marcelo Metayer dijo...

Gracias, pequeño ofidio. Y como decís, así es. No todo lo fantástico son leyendas urbanas. En los campos podés oír cosas extrañas y aterradoras. Si te repitiera historias que me contaron en Azul...

Marcelo Metayer dijo...

¿Vio, compañero? Todavía quedan muchas cosas por hacer: ver archivos de la Sociedad Central de Arquitectos, ubicar a los descendientes de Salamone, hacer una lista completa (tengo una con errores) de sus obras en la provincia... pero, lo más importante, es ir a todos esos lugares, ver esos monumentos, hablar con la gente.
Estar ahí.
Besos.

Bob Chow dijo...

gran reporte en interzonas sublunares pampeanas, pasa a la discreta lista de linkeados x Bobo Chow

- sugestivo lo de Azrael/Ángel de la Muerte, el finado Hugo Charles estaba obsesionado con el tema [gran lector de temas de la metempsicosis islámica]

Marcelo Metayer dijo...

Gracias gurú Bob. A su vez, gran charla la suya. Hubiera seguido x horas.
Semana que viene, viene con mate y facturas. Posta.

Saludos.

principio de incertidumbre dijo...

Bueno, ahora ya sé quién es Salamone.

Me encantaron las fotos, aunque ya las había visto, pero no había leído toda la descripción del viaje.
Los cementerios siempre me gustaron, desconozco la oscura razón.
Tremenda la cita de B.

P.D.¿por qué le dirían "el triste"? Qué trmendo que lo pongan en la lápida. Es casi como que no te lo pudiste despegar de los huesos, ¿no?