miércoles, enero 05, 2005

Infierno

Ah sí. Tenía que llegar nomás. El verano, digo. Después de taaaanta primavera que se estiraba como chicle, era hora de que llegara este maldito calor, que no deja dormir, que derrite el asfalto de las calles céntricas de City Bell y ablanda los cascos de las vacas que se atreven a pasar frente a mi casa. Ayer estaba tirado en mi cama, amenazado por dos frentes: un perverso ataque de gota que me impedía caminar y un tremendo ataque al hígado, provocado por las pastillas que tomaba para remediar el ataque de gota. En suma, un círculo vicioso (sin vicio alguno, encima). El caso es que ahí estaba yo, soportando los 37 grados de sensación térmica en cada una de las células de mi cuerpo. El ventilador no hacía más que permitir el flujo de aire caliente por toda la habitación. Mi sudor se evaporaba y se integraba a la humedad ambiente. En suma, una tarde de perros. Hoy, dado que ambos ataques (hígado y gota) han remitido, me siento un poco mejor y hasta me di el gusto de cocinar un poco de arroz con queso. Dejo aquí, que pienso ponerme a editar unos videos que he tomado con la cámara web. Hasta luego.