Hace cinco inviernos escribí este breve texto.
Camino a mi casa hay un aromo. Es un inmenso árbol de flores amarillas muy perfumadas. No a cualquiera le gusta su aroma, muy fuerte y penetrante.
Noche a noche, cuando llego a su lado, paro un minuto para estar ahí. Es un cuadra oscura, así que me quedo a solas con el aromo y las estrellas.
De chico viví en Santa Teresita. Era costumbre en aquellos años plantar aromos en todas las veredas. Yo sabía que llegaba la primavera cuando el aire, habitualmente cargado de sal marina, se llenaba del perfume de las flores amarillas.
Ahora, mientras estoy parado en la oscuridad, siento de nuevo ese aroma y recuerdo el mar, la lejanía del mar, la lejanía de esos años que todavía están vívidos pero tan lejos, tan inasibles.
Ah, quién estuviera oliendo aquellos aromos.
Hace una semana los dueños de la casa donde estaba el árbol lo derribaron para poner unos tubos de desagüe. Miré el tronco tirado por un largo rato con un nudo en la garganta. Ese aromo, como tantas otras cosas, era un símbolo del pasado, era el pasado, y como tantas otras cosas, fue tumbado, destruido, aniquilado.
Guardo sus flores (ya secas) en mi habitación, pero no vale: el tiempo va a pasar lo mismo.
miércoles, agosto 31, 2005
viernes, agosto 26, 2005
Tres cuestiones que me remuerden la conciencia
No sé. Tal vez estuve leyendo demasiado O comments. Pero desde unos días atrás, hay tres interrogantes dando vueltas, nublando mi intelecto (de por sí ya no brillante sino translúcido, como esos bloques de Mis Ladrillos que se usaban para las ventanas).
He aquí:
1. ¿Por qué no hay un programa de TV al estilo ER o Dr. House, pero en que el protagonista sea un homeópata o acupunturista o reikista?
2. ¿Puedo contratar al coro Kennedy para que cante temas de Radiohead en mi cumpleaños?
3. ¿Qué demonios es el cremor tártaro?
***
(Y sí, algo tenía que poner yo de Ship of Fools. Impresionante esta Santísima Trinidad; fantasmal el Holy Ghost, Espíritu Santo en castellano, Fantasma Santo en traducción literal.)
Buenas tardes.
jueves, agosto 25, 2005
Roy Fokker: Sos groso, sabelo
Me pregunto: ¿cuánto tardarán para unir la interfaz del Google Earth con un engine de video game?
Se me cae la baba de sólo imaginarme algo como Google Earth: Robotech.
miércoles, agosto 24, 2005
¿Se viene?
¿Qué está pasando con los aviones? Ayer se cayó uno en Perú, y con ese van cinco. Un viejo proverbio dice que las tragedias vienen de a tres; pero ¿de a cinco?
Tal vez se nos venga el fin del mundo encima... así que tengo que salir rajando a comprar fideos y Ser Citrus.
No dejen de pasar por Ancla de Salvación. Por ahí zafamos. Aunque lo que más me divierte es esto:
¿No es encantador anhelar el fin del mundo y al mismo tiempo desear que Dios nos de el éxito económico? Digo yo, ¿en qué vamos a gastar los australes?
martes, agosto 23, 2005
Cumpleaños feliz
Descubro que el 23 de agosto del 2004 empecé a postear tristezas y búsquedas varias en este sitio. Es un aniversario raro: me pasaron muchas cosas en el interín y mi vida cambió radicalmente (como lo hace cada año, en realidad). Ya no estoy en la misma casa, ni con la misma persona, ni con el mismo trabajo. Muchas cosas en mi cabeza se modificaron.
Un año de cambios, bah.
(Sé que casi nadie lee este blog. No me importa; descreo de la élite y de la masa, como decía Borges. Hasta me doy el lujo de citarlo.)
Llueve a cántaros. El mundo se deshace en barro y yo escribo. Quiero dejar algún obsequio aquí. Por ejemplo, esta galería de fotos de cementerios norteamericanos. Son increíbles, ¿nocierto? También, este proyecto para cambiar la órbita terrestre si todos saltamos al mismo tiempo. ¿Qué tal, Pascual?
Y no se pierdan el ránking de las escenas más terribles del cine. Otra: una selección de "Las 100 fotografías que cambiaron el mundo" según Life.
No tengo mi cámara (un amigo la sacó a pasear a México, no a la calle, sino al país). Así que les debo las fotos de la fiesta para otra ocasión.
Besos, abrazos, cola-cola y fu fuy chucu chucu chucu.
domingo, agosto 21, 2005
Aniversario
Escribo esto el 20 de agosto del 2005. Hoy hace ciento quince años que nació en Providence, Rhode Island (Estados Unidos) Howard Phillips Lovecraft.
Generalmente uno elige las cosas de las que se hace fanático. En el caso de Lovecraft, es como si él me hubiera elegido a mí. Lo conocí a los doce años, revolviendo (de mi manera habitual) la biblioteca de unos amigos de mi mamá. Ya me habían prestado El origen de las especies, de Darwin, que me había aburrido bastante, y buscaba algo de astronomía, mi campo de estudio favorito, o de misterios al estilo Fabio Zerpa o Charles Berlitz. Y no va que vi en el lomo de un libro las misteriosas palabras Los mitos de Cthulhu. Lovecraft y otros. Lo saqué de su lugar y me llamó la atención el extraño dibujo de la tapa. Lo hojeé despacio y vi que eran cuentos de terror. Empecé a leer Estirpe de la cripta, de Clark Ashton Smith y lo terminé en casa, esa noche. El libro me duró una semana. Y el universo se abrió y se llenó de horrores sin nombre y de monstruos en lejanos lugares de la Tierra y de volúmenes con títulos que nadie se atreve a pronunciar siquiera.
Doce años. Vivíamos en Santa Teresita. Era invierno. Yo leía el grueso tomo de Alianza Editorial sentado en el patio del fondo de la casa que alquilábamos mientras el viento de la costa acariciaba los pinos que susurraban secretos. De algún modo, aún no he salido de allí. No pude, no quise. Creció un adulto alrededor de ese chico de doce años que estaba en séptimo grado de la escuela número 4, que no conocía a nadie porque recién se habían mudado, que fue elegido mejor compañero y mejor alumno. Pero el adulto es sólo una máscara. Yo estoy sentado en ese patio para siempre, leyendo a Lovecraft.
Escribo esto y escucho Máquina Humana, de Kraftwerk, disco que bailábamos en los asaltos de aquel largo invierno de 1981. No es verdad que todo vuelve, ya que, de alguna manera, nada se ha ido.
sábado, agosto 13, 2005
Beso
Eterno retorno
Una y otra vez escucho dos discos que (¡ops!) he bajado de Internet: X&Y, el último de Coldplay, y Life for Rent, de Dido. (Robert se ríe y me dice que la irlandesa y el cantante de Coldplay vocalizan de la misma manera, con ayes y suspiros. Que eso no es cantar.) Ambas producciones tienen en común, sobre todo, la pesadumbre y la maravillosa melancolía. Música para soñar y reposar, se llama la colección que alguna Navidad mi mamá le regaló a mi papá, comprada con un cupón de la Selecciones. Eso, eso mismo, es lo que escucho yo hoy, una y otra y otra vez.
Música ideal para esta extraña época del calendario, este caliginoso agosto que prepara al mundo para la tormenta de Santa Rosa. El cielo está igual al de los dibujos de los libros de texto de cuando yo era chico, ese cielo que siempre identifiqué con el campo, con la distancia, con lo imposible. Me doy cuenta de que es la época ideal para enamorarse; de que la masa se enamora en primavera mientras que yo prefiero estos súbitos arrebatos de calor en invierno, que hace que las chicas se aten los pulóveres en la cintura.
También me doy cuenta de que, en fin, cada año que pasa me quedan menos agostos para amar.
PD: recomiendo Sand in my Shoes (siempre la misma nostalgia , y This Land is Mine, de Dido, y Swallowed in the Sea, de Coldplay.
jueves, agosto 11, 2005
Suscribirse a:
Entradas (Atom)