domingo, abril 24, 2005

Por fin el crudo otoño

Era hora. Llegó una ola de frío polar, con una temperatura máxima de 12 grados a las cuatro de la tarde, viento arrollador y hojas cobrizas volando sobre el mundo, alrededor de todos. Todo el mundo se queja del frío: en este locutorio (Cantilo y Centenario, lo más in de City Bell) la estufa está prendida a todo gas y el clima es el comentario obligado de cada uno que entra. Obviamente, yo estoy feliz. Siempre he preferido el frío al calor. *** Anoche me quedé a dormir en la remisería donde trabajo. Nunca he hablando en esta página de ese lugar, y juro que algún día lo haré con más detalle. Es que hace poco que empecé a internalizar mi trabajo allí, a sentir que a pesar de todo no es una tortura ni algo de lo que haya que huir en cuanto se termina la tarea. Dormí una hora en el asiento delantero de un Peugeot 504. Muerto de frío, claro... Incómodo, muy incómodo. El dormir poco te deja una sensación rara, como de andar en las nubes... Veo las cosas desde una perspectiva diferente, sin preocuparme por nada. Es raro, muy raro. Cabeceo; todavía siento en mi paladar el sabor de la pizza que he comido hace no más de una hora; quiero ir a alguna parte, disfrutar el sol, el viento y el frío, comer un chocolate, pero hay cosas que (me guste o no) se disfrutan más de a dos. *** Salió el nuevo disco de Amaral. No sé porqué me gusta tanto esta banda.

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