jueves, agosto 03, 2006

El Cementerio de La Plata


***ACTUALIZACIÓN DE FEBRERO DE 2017.****

Conseguí ubicar la tumba de Alberto Jorge Irisarri. Ver al final del post.

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Mucho tiempo ha pasado desde la primera vez que fui al camposanto de la ciudad de La Plata, pero no deja de ser llamativo que recién ayer, dos de agosto de 2006, llevé una cámara fotográfica.
Conocí este cementerio en 1990, en circunstancias algo penosas (sacaban de la tierra al padre de la que era mi novia en ese momento, para pasarlo a un nicho). Luego tuve oportunidad de volver muy seguido, y ya les contaré por qué. En julio de 1997 filmé un video para la Facultad de Periodismo, que pueden ver al final del post (¡paciencia!).

Caí en un día de frío polar, ideal para estos peculiares paseos que tanto me gustan.

Éste es el frente, diseñado por Pedro Benoit, el mismo arquitecto que proyectó el trazado de La Plata. Haciendo click sobre la foto para agrandarla, pueden ver en detalle los símbolos del frontispicio, que obviamente remiten a la idea de la muerte y la vida en el más allá: la corona, la palma, la antorcha, la antorcha invertida. Estos símbolos se repiten en muchos panteones, no sólo acá, sino de todos los cementerios que he visitado.

A izquierda y derecha de la entrada se extienden dos galerías extensas, de varios cientos de metros de longitud. Allí se ubican los nichos más antiguos. Impresiona el grosor de las columnas, que como en el caso de los templos griegos, son más anchas en la base, de modo que si uno está al pie y mira hacia arriba, tiene la ilusión óptica de que las estrías son paralelas.

Este bello paisaje me dio la bienvenida.

Y éste.

En un lugar de privilegio está la tumba de Pedro Palacios, más conocido como Almafuerte, quizás la figura cultural más importante que ha salido de esta tilinga ciudad desde su fundación. Si uno conoce algo de la obra de este poeta, le puede llamar la atención la cruz al lado de su nombre; supongo que fue un detalle posterior, que él jamás hubiera aprobado.

Y empezó mi vagabundeo entre las bóvedas. Más tarde calculé que debo haber caminado unos siete kilómetros. No está mal. En el primer libro de fotografía que tuve, que me regaló la tía Nelly a los nueve años, dice que un bosque es un "paraíso fotográfico". Para mí, ese lugar es un cementerio. Constituyen verdaderos museos de arte y arquitectura popular, abiertos permanentemente y gratis. Nunca me canso de deambular; la idea de la muerte no me afecta; el gozo estético prima, y de todos modos en la muerte también puede haber poesía.
Vean sino la placa que estos amigos de un tal J.C. Mateo le han dejado. Me encanta ese dibujo. Y la frase: "Jamás olvidado".

También hay miles de historias que jamás fueron contadas. Esta losa, por sí sola, es el comienzo de una novela.

No puedo negar, aparte de mi sangre sanlorencista, mi filiación tripera. Vaya este recuerdo para el amigo Juan T. Erbiti.

Aquí encontré algo llamativo, entre tanto gris y marrón de óxido. Vean el colorido de este mausoleo. Me encanta el Fénix sobre su nombre.

Navegando por los pasillos, solitario necronauta.

Un afortunado golpe de vista ('You may be my lucky star, but I'm the luckiest by far', canta Madonna) me llevó a admirar la torre de la iglesia del cementerio. No recordaba su precioso estilo art déco, tan diferente del resto del edificio. Me maravilló el hecho de que los casi diez años que habían pasado desde mi última visita, me habían enseñado a 'ver' la torre.
La entrada del templo está fuera del cementerio, así que le tomé más fotos al salir. Vean al final (pero sigan leyendo, por favor).

Esta pirámide, que mi compañera Soledad llamó "delirio faraónico", es ni más ni menos que un cenotafio en recuerdo de los caídos el 9 de junio de 1956, la matanza de peronistas en José León Suárez que Rodolfo Walsh bien contó en Operación Masacre. Miren acá y acá.

Entre tanto art nouveau trucho que vi, algunas cosas geometrizantes me gustaron mucho. Como este mausoleo.

Y un hallazgo. Esto es algo difícil de definir. No pude determinar si fue construido así, o si la parte superior fue agregada después. Los mosaicos del saledizo, además del delirio en la construcción, me remitieron inevitablemente a Gaudí.

Detalle del anterior. "Resurrección. Alegoría. Aleluya". Otra tumba egipcia. Ésta, completa, simulando un templo.

Llegué aquí y me quedé quieto un rato. La imagen de la vieja carretilla bajo el pino, el silencio, las cortinas, todo me hizo sentir como si estuviera en casa. (Ya sé que van a pensar que estoy loco. No me molesta.) Pensé "quiero vivir aquí". La sensación, en este caso, no duró un segundo, sino muchos. Muchos.

Más geometría. Y me llamó la atención el nombre. "Familia Del Mar". Me hizo pensar en un templo místico dedicado a los antiguos y desconocidos dioses de la perdida Atlántida.

He aquí uno de los vecinos más famosos del barrio: Matías Beheti, (a) "El Temulento".
Cuando se fundó La Plata, en 1882, ya existía hace rato Tolosa, con su viejo cementerio. Al inaugurarse el de la ciudad capital, los cadáveres viajaron un rato hasta su destino definitivo. Y he aquí que una noche, el cuerpo de Matías Behety, cuyo cuerpo fue hallado momificado y reconocido por un amigo, uno de los poetas del movimiento Primavera Fúnebre, junto a, por ejemplo, Francisco López Merino -compañero de andanzas de Borges-, se puso a 'echar luces', es decir, brillaba con luz propia. No poco tumulto causó el asunto, en aquellos quietos años de fines del siglo XIX. Vean acá, busquen por Behety.

Vean que otros amigos también piensan como yo. Cuatro horneros tiene esta cruz.

Un espléndido ejemplo de qué hacer con mucho mármol negro.

El mausoleo particular más grande del lugar es éste, perteneciendo a Victorio Berisso. Ahora la entrada está tapiada, pero en 1993 estaba prácticamente abandonado y cualquiera podía entrar, con mucho cuidado por si algún pedazo de antigua sillería caía del techo. Precisamente, en mi casa tengo uno de esos trozos...

A través de una ventana oxidada, este panorama. Féretros abandonados, cubiertos de tierra por décadas. Quién se atreverá a ir hasta allá abajo.

Y dejé para el final del paseo un hermosísimo panteón, perteneciente a la Societá Unione y Fratellanza, nombre que me suena a masonería italiana.

Delante de esa puerta, en ese banco, bajo esa serena belleza en piedra, me he sentado muchas veces.
Entre 1993 y 1998 trabajé en un correo privado, donde lo único que hacía era repartir, durante tres días al mes, la revista y la boleta de Multicanal. De esos días, uno de ellos lo terminaba en la calle 31, en el barrio que vive del cementerio, cuadras y cuadras de florerías y marmolerías. Al final de todo, entraba al camposanto, caminaba hasta este mismo panteón, me acomodaba en este mismo banco, y comía los sánguches de jamón y queso con que nos proveían nuestros preclaros jefes. Y mientras tanto, esa serena belleza en piedra me miraba, o yo creía (quería) imaginar que me miraba.

Ella.

Inscripción lateral del panteón. "...el frío abrazo de la muerte."

Me quedé fascinado por el diseño de esta ventana y este detalle del panteón. Tampoco los recordaba. Mi amada Geometría, dormía en mí, despertó.

Despedida. Adiós, o tal vez Hasta que volvamos a encontrarnos, en otras circunstancias, en otro mundo.

Y, finalmente, he aquí la fachada de la iglesia del cementerio. Repito: la torre es muy interesante. Soledad dijo, también, que el remate parecía "incompleto".

(Busqué infructuosamente un mausoleo que sólo vi una vez, también en estilo egipcio, sobre el que habían instalado una increíble esfinge de bronce. El recuerdo es como el de un sueño. No quise preguntar por él; a ciertos sitios uno debe llegar solo.)

Last but not least: He aquí, YouTube mediante, el video aquel que filmamos una heladísima mañana de julio de 1997. De todo lo que sucedió aquel día, recuerdo el licor de mandarina que, envasado en una botella plástica de alcohol fino, me había dado el tío Ricardo (esa mañana había llegado, escapado clandestinamente con Carina, de Santa Teresita), y que nadie quiso probar salvo yo; recuerdo a Cecilia haciendo pasos de ballet entre las tumbas; recuerdo una interesante charla con uno de los trabajadores del cementerio de la que he olvidado, lamentablemente, los pormenores; recuerdo, sobre todo, a Cecilia.





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Actualización, casi 11 años después (!)

Solo vengo a dejar constancia de que hace pocos días, ya en febrero de 2017, logré hallar la tumba de Alberto Jorge Irisarri. Conseguí también información sobre él, un joven piadoso que falleció a los 14 años. Pero eso es otra historia, y muy larga, aún por venir.




12 comentarios:

Marcelo Metayer dijo...

¡Gracias!
¿Como que nadie? ¿Y vos?
Jajaja.

Ya te conté que uno de mis anhelos es tener una camarita de video. No es algo imposible, así que sé que sólo es cuestión de tiempo.

De nuevo, gracias.

Un beso.

Anónimo dijo...

Sabés que cuando entré por primera vez acá hace bastante creí que el tema de los cementerios era tu laburo de periodista.

Gran post gran. Todo el tema de estar rodeado de muerte es muy... interesante. Si querés conocer uno de verdad tétrico tomate un tren hasta un pueblito que se llama Madariaga, un pueblito de poca gente y muchos muertos ;)

Abrazo

Bob Chow dijo...

marcelo, me quedé ancho luego de sobrevolar, muy fumado para decir cosa coherente, me encantó me detuve en cada foto cual murciélago veterano, en cada comentario, estuve como media hora, ¡gran excursión mental!

puedo entender lo de la carretilla, lugar energético sensacional

que linda S, usted es un afortunator!! basta de comedias!!

con la espada rota se dirigen al combate.
en el breve-casi inverosímilmente breve.

Marcelo Metayer dijo...

Liyo: gracias por lo que decís, la verdad es que me encantaría hacer un libro sobre cementerios de la Argentina (digo, para restringir el campo de acción).
¿Así que Madariaga, eh? Buen dato...

Bob: Gracias por entender. Fue como dice Castaneda: rodar por el piso hasta hallar el lugar... Dios, no quería salir de ahí.
A ver cuándo nos damos una vuelta por Salto.

Abrazos a todos.

Marcelo Metayer dijo...

Gracias amigazo Zaaar (mucho tiempo sin verlo, siempre extrañándolo).
Bueno... yo quería sentarme ahí, al pie del árbol, como Siddharta... pero tanto como vivir, no sé.

Un abrazo.

Anónimo dijo...

Excelentes las fotos.......lamentablemente se ha perdido esa costumbre de las placas de amigos o empleados...........

Anónimo dijo...

Felicitaciones por el espacio dedicado al cementeriod de La PLata, por las fotos.
¿No tenés foto de la tumba de Alberto Jorge Irisarri? Creo que está en un nicho, sección A número 24 cerca de la entrada.
Guada

Marcelo Metayer dijo...

Hola, amigos anónimos. Gracias por sus comentarios.
Y, Guada, no sé quién fue Alberto Jorge Irisarri, pero si querés le saco fotos. Tengo que volver al cementerio en algún momento, ya que hay algunas cosas que no pude ver.

Besos.

Anónimo dijo...

guada , te hago una pregunta, Tenes iformación de Alberto Jorge Irrisarri

Eliseo Dabat dijo...

yo tengo un libro sobre Alberto Jorge Irisarri

Anónimo dijo...

¿Aun conservas este libro? Estoy haciendo una investigación sobre Irisarri.

GoEL dijo...

Hace un tiempo encontré en MercadoLibre el libro "Alberto Jorge Irisarri" del padre Gabriel Freyles. Recientemente pude digitalizarlo completamente y mi plan es difundirlo en las filas de la Acción Católica, hacer un audiolibro, convertirlo a Braille y hacer una nueva entrada de Wikipedia en honor al que en su momento llamaban "el Domingo Savio de La Plata".
También con un amigo hemos encontrado "Huella Luminosa", el cual deseo leer y hacer el mismo trabajo.