sábado, agosto 19, 2006
Novedades
Bueno. Después de dos años, me he decidido a cambiar a Wordpress. Por lo tanto, voy a empezar a postear en otro lado.
¿Qué significa esto? Que, queridos amigos de El Navegante Solitario, a partir de hoy, los invito a buscarme en
www.metayer.com.ar
(Ojo: todavía, y por un buen tiempo, en período de prueba).
Abrazos y besos.
miércoles, agosto 09, 2006
El Navegante Solitario recomienda
"Afortunado en el juego, desafortunado en el amor", afirma el dicho popular. No sé dónde entran los que, como yo, no suelen tener suerte en ambas categorías. Mi lucky star suele llevarme por otros barrios; sobre todo, se esfuerza para que el azar me traiga, como los Reyes Magos en el exilio, regalos nuevos cada día, maravillas que andan sueltas por ahí hasta que uno se las encuentra y ya no están sueltas, sino que se agarran a nuestro corazón.
Entonces, he aquí mis recomendaciones para hoy, miércoles 9 de agosto de 2006.
1. Primero que nada: escuchar, no importa la manera (Internet, Musimundo, robo a mano armada) el único, hasta ahora, larga duración de Carla Bruni: Quelqu'un m'a dit. Sólo una chica (hermosa, por añadidura), su guitarra y su voz, susurrando palabras de amor en francés. Queda confirmado: las cosas más tristes y bellas, como bien supo Edith Piaf, sólo se pueden decir en francés.
Estuve pensando seriamente (sic) en usar este disco como test drive: si una chica me gusta, y no muere de melancolía con Le ciel dans une chambre (track 6), mi mano acusadora señalará la puerta abierta, y se irá sin decir una palabra, hacia la ominosa noche del olvido.
2. Leer el ensayo de Carlos Enrique Abraham Borges y la ciencia ficción. Editado por Quadrata, se consigue en cualquier lado por 9 mangos y es la primera aproximación seria a los vínculos del escritor máximo con este género tantas veces despreciado por los amantes de la literatura “culta”. Se da el gusto, con altura y argumentos, de darle con un caño a Harold Bloom, a Pablo de Santis, a Juan Jacobo Bajarlía. Pone en evidencia algo de lo que yo estaba seguro hace rato: los paralelismos, estructurales y contextuales, entre Borges y Lovecraft.
Vaya mi aplauso para Carlos.
3. Ver la película imprescindible del año. No, no es El Código Da Vinci (que está buena igual) o X Men III (impresionante); mucho menos, alguna del rebuscado cine por el que se babean los fanáticos del BAFICI. No; lo que hay que ver sí o sí es Los Piratas del Caribe: El cofre de la muerte.
Tal vez sea un lugar común decir que esta cinta tiene “de todo”: comedia, acción, romance, monstruos al por mayor. Pero en este caso, nada sobra, para producir un tanque arrasador, una especie de respuesta de Hollywood a las basuras como Closer. Qué drama intimista ni tres carajos: lo que yo quiero es que me persigan los caníbales, navegar a bordo del Holandés Errante con su tripulación de deformes condenados, ser amenazado por el Kraken, que me salve de una pelea de bar de marineros una chica disfrazada de hombre, dispararle tiros de arcabuz a un mono inmmortal.
Así, enumerados sin ton ni son, parecen hechos absurdos. Pero de tal modo está formada nuestra vida, por más que intentemos hallarle un orden lógico a los acontecimientos.
Fui fervorosamente acompañado por Abril -“Papá está loco”, no se cansa de repetir con una sonrisa inmensa-, que disfrutó tanto como yo y sigue ansiosa por la tercera parte de la historia. Es más, entre Vecinos invasores, Patoruzito 2 y este film no dudó en su elección.
Estas películas, y no otras, son las que me hacen llorar.
4. Por último: Dejar lo que estén haciendo a las siete de la tarde, y sin importar el lugar, salir a caminar, a ver el cielo que declina, a respirar el aire del crepúsculo, el perfume de la noche que llega.
Entonces, he aquí mis recomendaciones para hoy, miércoles 9 de agosto de 2006.
1. Primero que nada: escuchar, no importa la manera (Internet, Musimundo, robo a mano armada) el único, hasta ahora, larga duración de Carla Bruni: Quelqu'un m'a dit. Sólo una chica (hermosa, por añadidura), su guitarra y su voz, susurrando palabras de amor en francés. Queda confirmado: las cosas más tristes y bellas, como bien supo Edith Piaf, sólo se pueden decir en francés.
Estuve pensando seriamente (sic) en usar este disco como test drive: si una chica me gusta, y no muere de melancolía con Le ciel dans une chambre (track 6), mi mano acusadora señalará la puerta abierta, y se irá sin decir una palabra, hacia la ominosa noche del olvido.
2. Leer el ensayo de Carlos Enrique Abraham Borges y la ciencia ficción. Editado por Quadrata, se consigue en cualquier lado por 9 mangos y es la primera aproximación seria a los vínculos del escritor máximo con este género tantas veces despreciado por los amantes de la literatura “culta”. Se da el gusto, con altura y argumentos, de darle con un caño a Harold Bloom, a Pablo de Santis, a Juan Jacobo Bajarlía. Pone en evidencia algo de lo que yo estaba seguro hace rato: los paralelismos, estructurales y contextuales, entre Borges y Lovecraft.
Vaya mi aplauso para Carlos.
3. Ver la película imprescindible del año. No, no es El Código Da Vinci (que está buena igual) o X Men III (impresionante); mucho menos, alguna del rebuscado cine por el que se babean los fanáticos del BAFICI. No; lo que hay que ver sí o sí es Los Piratas del Caribe: El cofre de la muerte.
Tal vez sea un lugar común decir que esta cinta tiene “de todo”: comedia, acción, romance, monstruos al por mayor. Pero en este caso, nada sobra, para producir un tanque arrasador, una especie de respuesta de Hollywood a las basuras como Closer. Qué drama intimista ni tres carajos: lo que yo quiero es que me persigan los caníbales, navegar a bordo del Holandés Errante con su tripulación de deformes condenados, ser amenazado por el Kraken, que me salve de una pelea de bar de marineros una chica disfrazada de hombre, dispararle tiros de arcabuz a un mono inmmortal.
Así, enumerados sin ton ni son, parecen hechos absurdos. Pero de tal modo está formada nuestra vida, por más que intentemos hallarle un orden lógico a los acontecimientos.
Fui fervorosamente acompañado por Abril -“Papá está loco”, no se cansa de repetir con una sonrisa inmensa-, que disfrutó tanto como yo y sigue ansiosa por la tercera parte de la historia. Es más, entre Vecinos invasores, Patoruzito 2 y este film no dudó en su elección.
Estas películas, y no otras, son las que me hacen llorar.
4. Por último: Dejar lo que estén haciendo a las siete de la tarde, y sin importar el lugar, salir a caminar, a ver el cielo que declina, a respirar el aire del crepúsculo, el perfume de la noche que llega.
jueves, agosto 03, 2006
El Cementerio de La Plata
Conseguí ubicar la tumba de Alberto Jorge Irisarri. Ver al final del post.
****
Mucho tiempo ha pasado desde la primera vez que fui al camposanto de la ciudad de La Plata, pero no deja de ser llamativo que recién ayer, dos de agosto de 2006, llevé una cámara fotográfica.
Conocí este cementerio en 1990, en circunstancias algo penosas (sacaban de la tierra al padre de la que era mi novia en ese momento, para pasarlo a un nicho). Luego tuve oportunidad de volver muy seguido, y ya les contaré por qué. En julio de 1997 filmé un video para la Facultad de Periodismo, que pueden ver al final del post (¡paciencia!).
Caí en un día de frío polar, ideal para estos peculiares paseos que tanto me gustan.
Éste es el frente, diseñado por Pedro Benoit, el mismo arquitecto que proyectó el trazado de La Plata. Haciendo click sobre la foto para agrandarla, pueden ver en detalle los símbolos del frontispicio, que obviamente remiten a la idea de la muerte y la vida en el más allá: la corona, la palma, la antorcha, la antorcha invertida. Estos símbolos se repiten en muchos panteones, no sólo acá, sino de todos los cementerios que he visitado.
A izquierda y derecha de la entrada se extienden dos galerías extensas, de varios cientos de metros de longitud. Allí se ubican los nichos más antiguos. Impresiona el grosor de las columnas, que como en el caso de los templos griegos, son más anchas en la base, de modo que si uno está al pie y mira hacia arriba, tiene la ilusión óptica de que las estrías son paralelas.
Este bello paisaje me dio la bienvenida.
Y éste.
En un lugar de privilegio está la tumba de Pedro Palacios, más conocido como Almafuerte, quizás la figura cultural más importante que ha salido de esta tilinga ciudad desde su fundación. Si uno conoce algo de la obra de este poeta, le puede llamar la atención la cruz al lado de su nombre; supongo que fue un detalle posterior, que él jamás hubiera aprobado.
Y empezó mi vagabundeo entre las bóvedas. Más tarde calculé que debo haber caminado unos siete kilómetros. No está mal. En el primer libro de fotografía que tuve, que me regaló la tía Nelly a los nueve años, dice que un bosque es un "paraíso fotográfico". Para mí, ese lugar es un cementerio. Constituyen verdaderos museos de arte y arquitectura popular, abiertos permanentemente y gratis. Nunca me canso de deambular; la idea de la muerte no me afecta; el gozo estético prima, y de todos modos en la muerte también puede haber poesía.
Vean sino la placa que estos amigos de un tal J.C. Mateo le han dejado. Me encanta ese dibujo. Y la frase: "Jamás olvidado".
También hay miles de historias que jamás fueron contadas. Esta losa, por sí sola, es el comienzo de una novela.
No puedo negar, aparte de mi sangre sanlorencista, mi filiación tripera. Vaya este recuerdo para el amigo Juan T. Erbiti.
Aquí encontré algo llamativo, entre tanto gris y marrón de óxido. Vean el colorido de este mausoleo. Me encanta el Fénix sobre su nombre.
Navegando por los pasillos, solitario necronauta.
Un afortunado golpe de vista ('You may be my lucky star, but I'm the luckiest by far', canta Madonna) me llevó a admirar la torre de la iglesia del cementerio. No recordaba su precioso estilo art déco, tan diferente del resto del edificio. Me maravilló el hecho de que los casi diez años que habían pasado desde mi última visita, me habían enseñado a 'ver' la torre.
La entrada del templo está fuera del cementerio, así que le tomé más fotos al salir. Vean al final (pero sigan leyendo, por favor).
Esta pirámide, que mi compañera Soledad llamó "delirio faraónico", es ni más ni menos que un cenotafio en recuerdo de los caídos el 9 de junio de 1956, la matanza de peronistas en José León Suárez que Rodolfo Walsh bien contó en Operación Masacre. Miren acá y acá.
Entre tanto art nouveau trucho que vi, algunas cosas geometrizantes me gustaron mucho. Como este mausoleo.
Y un hallazgo. Esto es algo difícil de definir. No pude determinar si fue construido así, o si la parte superior fue agregada después. Los mosaicos del saledizo, además del delirio en la construcción, me remitieron inevitablemente a Gaudí.
Detalle del anterior. "Resurrección. Alegoría. Aleluya". Otra tumba egipcia. Ésta, completa, simulando un templo.
Llegué aquí y me quedé quieto un rato. La imagen de la vieja carretilla bajo el pino, el silencio, las cortinas, todo me hizo sentir como si estuviera en casa. (Ya sé que van a pensar que estoy loco. No me molesta.) Pensé "quiero vivir aquí". La sensación, en este caso, no duró un segundo, sino muchos. Muchos.
Más geometría. Y me llamó la atención el nombre. "Familia Del Mar". Me hizo pensar en un templo místico dedicado a los antiguos y desconocidos dioses de la perdida Atlántida.
He aquí uno de los vecinos más famosos del barrio: Matías Beheti, (a) "El Temulento".
Cuando se fundó La Plata, en 1882, ya existía hace rato Tolosa, con su viejo cementerio. Al inaugurarse el de la ciudad capital, los cadáveres viajaron un rato hasta su destino definitivo. Y he aquí que una noche, el cuerpo de Matías Behety, cuyo cuerpo fue hallado momificado y reconocido por un amigo, uno de los poetas del movimiento Primavera Fúnebre, junto a, por ejemplo, Francisco López Merino -compañero de andanzas de Borges-, se puso a 'echar luces', es decir, brillaba con luz propia. No poco tumulto causó el asunto, en aquellos quietos años de fines del siglo XIX. Vean acá, busquen por Behety.
Vean que otros amigos también piensan como yo. Cuatro horneros tiene esta cruz.
Un espléndido ejemplo de qué hacer con mucho mármol negro.
El mausoleo particular más grande del lugar es éste, perteneciendo a Victorio Berisso. Ahora la entrada está tapiada, pero en 1993 estaba prácticamente abandonado y cualquiera podía entrar, con mucho cuidado por si algún pedazo de antigua sillería caía del techo. Precisamente, en mi casa tengo uno de esos trozos...
A través de una ventana oxidada, este panorama. Féretros abandonados, cubiertos de tierra por décadas. Quién se atreverá a ir hasta allá abajo.
Y dejé para el final del paseo un hermosísimo panteón, perteneciente a la Societá Unione y Fratellanza, nombre que me suena a masonería italiana.
Delante de esa puerta, en ese banco, bajo esa serena belleza en piedra, me he sentado muchas veces.
Entre 1993 y 1998 trabajé en un correo privado, donde lo único que hacía era repartir, durante tres días al mes, la revista y la boleta de Multicanal. De esos días, uno de ellos lo terminaba en la calle 31, en el barrio que vive del cementerio, cuadras y cuadras de florerías y marmolerías. Al final de todo, entraba al camposanto, caminaba hasta este mismo panteón, me acomodaba en este mismo banco, y comía los sánguches de jamón y queso con que nos proveían nuestros preclaros jefes. Y mientras tanto, esa serena belleza en piedra me miraba, o yo creía (quería) imaginar que me miraba.
Ella.
Inscripción lateral del panteón. "...el frío abrazo de la muerte."
Me quedé fascinado por el diseño de esta ventana y este detalle del panteón. Tampoco los recordaba. Mi amada Geometría, dormía en mí, despertó.
Despedida. Adiós, o tal vez Hasta que volvamos a encontrarnos, en otras circunstancias, en otro mundo.
Y, finalmente, he aquí la fachada de la iglesia del cementerio. Repito: la torre es muy interesante. Soledad dijo, también, que el remate parecía "incompleto".
(Busqué infructuosamente un mausoleo que sólo vi una vez, también en estilo egipcio, sobre el que habían instalado una increíble esfinge de bronce. El recuerdo es como el de un sueño. No quise preguntar por él; a ciertos sitios uno debe llegar solo.)
Last but not least: He aquí, YouTube mediante, el video aquel que filmamos una heladísima mañana de julio de 1997. De todo lo que sucedió aquel día, recuerdo el licor de mandarina que, envasado en una botella plástica de alcohol fino, me había dado el tío Ricardo (esa mañana había llegado, escapado clandestinamente con Carina, de Santa Teresita), y que nadie quiso probar salvo yo; recuerdo a Cecilia haciendo pasos de ballet entre las tumbas; recuerdo una interesante charla con uno de los trabajadores del cementerio de la que he olvidado, lamentablemente, los pormenores; recuerdo, sobre todo, a Cecilia.
******
Actualización, casi 11 años después (!)
Solo vengo a dejar constancia de que hace pocos días, ya en febrero de 2017, logré hallar la tumba de Alberto Jorge Irisarri. Conseguí también información sobre él, un joven piadoso que falleció a los 14 años. Pero eso es otra historia, y muy larga, aún por venir.
martes, agosto 01, 2006
Primero de agosto
Hoy cumple años XYZ.
Para ella, con todo mi amor, va este texto.
Poema V
Yo estaba muerto bajo los grandes soles, bajos los grandes soles fríos.
A través de mi llanto
oigo el agrio sudor de la precocidad.
Yo vuelvo sobre un musgo
y las ciudades crecen a la aventura hasta la noche del estupor.
Miseria.
Dios pesa.
Me llaman vientos de mar.
Van y vienen en grandes cambios; se alargan en saltos irritados
que apagan mi temblor, que exasperan los sueños.
Jamás podré seguir.
Yo me veo colgado como un cristo amarillo sobre los vidrios pálidos del mundo.
Jacobo Fijman
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