miércoles, junio 21, 2006

Laprida 2. El Cementerio

Sigo con la (demorada) historia de mi viaje. Llegué a Laprida a eso de las tres y media de la tarde. Mi amigo Marcelo ya me estaba esperando, con un mate listo, merced a un conocido de la estación de ómnibus. Salimos para su casa, donde apuré unos sánguches y gasesosas. Él se fue para el laburo y yo tomé su bicicleta, dispuesto a volver a ver el impresionante Cementerio, la fantástica entrada creada por Francisco Salamone, el loco de las torres. El camino es sencillo. Hay que salir, dar la vuelta por la plaza, y tomar la avenida San Martín. Más tarde aparecerá la ciclovía, un camino a la derecha de la ruta, por la que se puede circular tanto en bicicleta como caminando o corriendo. En un momento saldrá ante nosotros un cruce. Doblando hacia la izquierda, está el Balneario de Laprida. Siguiendo recto el camino nos lleva al Cementerio. Vean sino esta foto, que es de mayo del año pasado, una mañana de sol. Yo seguí derecho. No había hecho la mitad del camino cuando a mi izquierda volví a ver la entrada de una estancia que siempre me atrajo por su nombre; incluso la recuerdo bien de la primera vez que estuve en el pueblo, allá por enero de 1997. La primer foto es actual, restaurada; la segunda, es de mayo de 2005. Como ven, se habían caído partes de las maderas del nombre. La bicicleta continuaba su curso, y de golpe, bajo las ramas de los árboles, se me apareció la entrada. Y éste era yo, desafiando el frío de la pampa central, la caída de la tarde, la soledad, la amenaza de lluvia. Por fin, la entrada. Es difícil de explicar la sensación de estar allí. No puedo separarla de lo que sentí en mi primer viaje a Laprida, y de lo que sentí al llegar a Azul y ver la entrada de su cementerio bajo la luz de las estrellas de primavera. Salamone puso cimientos en mi corazón, no sólo en la tierra. Como dato accesorio, a principios de este año la cruz y el Cristo fueron restaurados, con un trabajo que costó sus buenos miles de pesos A través de la puerta, lo primero que se ve es un monumento recordatorio para los fallecidos que fueron empleados de la Municipalidad. La tradición se repite cíclicamente, de modo que lo que hicieron fue una réplica del matadero de Azul, cuya foto aparece más abajo. El Cementerio, una vez que se entra, tiene la particularidad de estar prácticamente integrado al campo. Incluso mirando hacia el fondo la pared final está tan lejos que parece que no está, da la impresión que las tumbas se funden con los eucaliptos. < Pero hacia el otro lado, los cuarenta metros de la cruz dominan la mirada. Incluso hubo alguien que se animó a hacer sobre una tumba una copia de la entrada. La noche llegaba, la media luna subía, yo estaba solo. Por un momento me permití pensar qué pasaría si me quedaba encerrado. Detalle kitsch, de paseo por las lápidas. Una tumba decorada al mejor estilo de un recuerdo de Santa Teresita. Ya me iba, cuando me puse a charlar con el cuidador de la tarde. Después de un rato, me dijo que era posible subir al costado de la entrada, si quería sacar fotos. Claro que le dije que sí. La perspectiva cambió. Saludé y volví a la bicicleta, que nadie había tocado. Aunque para ser justos, no vi a nadie por allí durante los cuarenta y cinco minutos que duró mi visita. A la vuelta el crepúsculo se me tiró encima. Tomé más de diez fotos; tal vez esta sea la mejor, pero las demás no dejan de tener su mérito. Para después: la visita al Balneario de Laprida, la Feria del Libro, la presentación de Rock y Dictadura, mi vuelta al pago.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

te zarpas muy bueno tu blog, me lei todo jeje.
saludos.
te agrego a los links

Marcelo Metayer dijo...

Uy, che, gracias, disculpame los malos momentos que te hice pasar entonces.
Es impresionante que me agregues, tu blog es uno de los que sigo a muerte, ahora me doy cuenta de que nunca te agregué.
Ahora corrijo este error.
Un abrazo.

Anónimo dijo...

Hola!

La vdd es la primera vez que pongo un comment (creo que es evidente =P ) y quiero recalcar que me encanta la forma en que escribes, me parece tan fresco y enganchador que usualmente me tienes por aqui como espectadora!

Aunque yo no tengo un blog aqui!
Ok me despido, saludos!

Marxe dijo...

Que periplo tan loco... a veces me impresiona esa cosa de pueblo o ciudad chica que guardan este tipo de cosas casi ocultas al conocimiento popular. Hay muchas historias de lugares asi. Qué poco se conocen estas cosas. Viajar en una bici rodeado de campo y encontrarte semejante obra... alucinante.

Marcelo Metayer dijo...

Abril: muchas gracias por elegirme para tu primera vez, ja ja ja. En serio, gracias.

Fantasma: las historias se cuentan por miles; me impresiona mucho que las que se cuentan en un pueblo, no se conocen en otro, cuando están a menos distancia que, por ejemplo, La Plata de Avellaneda.

A todos, les recomiendo leer el primer párrafo del cuento de Lovecraft "The picture in the house". No les adelanto nada; sólo búsquenlo.

Besos.

Marxe dijo...

Ja! Excelente!

http://www.dagonbytes.com/thelibrary/lovecraft/thepictureinthehouse.htm

Anónimo dijo...

decile al galleta y al padre que se pongan alaburar un poco y vos dejate de joder que hace un frio de recagarse en laprida que te vas a enfermar pelado puto comehombre y andate a laburar a la plata a el puesto de pancho sinverguenza.