domingo, agosto 29, 2004

Caminata

Ayer fui a repartir volantes de la remisería en la que estoy trabajando. Caminé, según mis cálculos, cerca de 18 kilómetros. No es tanto, pero de todos modos me siento cansado. Y no hice más que la mitad del recorrido que tenía asignado. De todos modos, fue una caminata espléndida. La tarde era maravillosa y la leve llovizna que cayó durante algunos minutos me lavó la cara y me dio fuerzas para seguir. Lo mejor de todo fue la variedad de casas y lugares que descubrí, algunos realmente imperdibles. Me enamoré de una casita modesta perdida en un bosque de pinos sobre los que caía el sol filtrado por nubes azules y grises; en la entrada había un viejo pero rendidor jeep. También vi otras casas inmensas perdidas en la distancia, a las que no llegué aún, y que para alcanzar tendré que sortear extensiones de campo. (Releo lo anterior y me doy cuenta de que se parece mucho a un sueño, a todos mis sueños). A propósito, anoche soñé con otra caminata, pero esta vez por La Plata. Veía muchos edificios inmensos, que yo conocía de sueños anteriores. Durante el sueño yo estaba plenamente seguro de haber caminado por esos lugares. Es más, incluso estaba melancólico porque quería pasar por una iglesia en particular pero no iba a tener tiempo. Ahora, despierto (es una manera de decir), estoy melancólico por la maravilla de esa arquitectura soñada... Pensaba, apenas desperté, en si había edificios en mi vida de vigilia que me provocasen esa sensación de maravilla, y caí en la cuenta de que no, de que hay construcciones que me gustan o me provocan admiración, pero nunca maravilla al punto de cortarme la respiración. Melancolía de mis propios sueños. Hoy el viento cálido arrecia, el suspiro de Santa Rosa que se prepara. Estoy en una casa, solo, al lado del club de golf de City Bell. Sólo escucho el zumbido del ventilador de la laptop y el viento entre los pinos del court. El día es hermoso y yo recuerdo. Y el recuerdo me mata y aplasta mi corazón.

No hay comentarios.: