lunes, octubre 31, 2005
Saquen la Ñ del alfabeto
El sábado hacía frío por la mañana. Tenía un viajecito por delante, una hora hasta La Plata para firmar el documento del que hablé en el anterior post. Decidí comprar la Ñ para amenizar el viaje por esas soledades de la autopista, que parece que viajáramos por Bahía Blanca cuando estamos a pasitos de la metrópoli.
Comprar la Ñ. Para qué.
La indignación literaria que sentí a medida que pasaba las páginas iba en aumento. Todavía me dura y acá estoy compartiendo mis ideas con ustedes, para ver si estoy loco o si realmente estamos dominados por la élite culta más snob de la historia.
Empecemos por el principio. La tapa de la revista muestra la foto de la reciente ganadora del Premio Clarín de Novela (100.000 morlacos, nada despreciable, la chica le ganó la pulseada a 1366 escritores): Claudia Piñeiro. Título principal: Asesinatos en el country. En la nota vemos que la historia, llamada Las viudas de los jueves, es un policial que transcurre en un barrio cerrado, que además intenta ser una crítica a la década menemista. Porque según Claudia, la literatura tiene una responsabilidad social.
Bien. La muchacha conoce el panorama, ya que es una contadora pública que llegó a hacer buena plata en esa misma época, luego se dedicó a la escritura y ahora mismo vive en un barrio de ésos donde asesinan gente con tanta educación.
A esta altura, no sé ustedes, pero a mí ya me hervía la cabeza. Son demasiadas cosas juntas. A ver: ¿María Marta García Belsunce, les suena? ¿Oportunismo de Clarín, que le dedicó hace poco una extensa nota al tema? No, por favor, cómo vamos a pensar eso. Y darle cien lucas a una novela que aparentemente, si juzgamos por el fragmento que salió publicado, tiene un tono literario más bien mediocre, que transcurre en una época y un lugar que han sido escritos y reescritos hasta el hartazgo (pegarle palos al menemismo es un cliché recontragastado, de parte de todo el progresismo cultural y político que justamente se enriqueció en aquellos años, pregúntenle a Jorge Lanata cuándo se compró la casa en Punta del Este), digo, tanto premio a tan poca cosa, me parece terrible. Me pregunto cómo serán las otras 1366 novelas. ¿No hay un solo relato original, bien contado, que provoque algo, no sé, una lágrima, un estremecimiento, una emoción cualquiera? Porque Las viudas de los jueves me parece la apuesta de Clarín más obvia para el best seller del verano 2006, novela más lavada que camisa de albañil, y vacía, recontravacía. Lo peor es que desde Ñ se cansaron de escorchar con los escasos valores literarios de El Código Da Vinci y revolean los ojos frente a la alta literatura, se babean con cada novela nueva de Paul Auster, con cada ensayo de Harold Bloom (aquel a quien Cthulhu confunda), con cada bodrio del nuevo cine argentino. Y ahora nos quieren convencer de que ésto es la joven literatura nacional. ¿Y las reseñas de Kanaka (de Juan Duizeide, premio Julio Cortázar 2004, publicado por Alfaguara), por ejemplo, dónde están, que se hicieron? Al tipo lo entrevistan hasta desde Córdoba y Santiago del Estero pero para Ñ, para Clarín, no existe. Y así con un montón.
Muchachos, s’il vous plaîs. Como bien decían en X Files, La verdad está ahí afuera.
Otra cosa. La Ñ, no sé si es buena o mala, pero sí es perversa la forma en que han cerrado la posibilidad de que se dejen oír otras voces en el ámbito de la cultura. Del mismo modo que Multicanal, también del grupo Clarín, destruyó los canales de cable del interior, Ñ con su precio de venta ridículo pulverizó cualquier intento de disidencia. Entonces los tipos pueden decir cualquier cosa, total todo el mundo los lee porque no les queda otra, a ese precio. Y crean un canon en el que mucho queda afuera. No leí nada del Festival Buenos Aires Rojo Sangre, por ejemplo, y cuando el año pasado el canal Infinito organizó un concurso de mediometrajes de terror tampoco salió una línea. Y no estoy citando cosas exóticas, sino convocatorias de gran masividad. Pero si a Ñ no le importa, no existe.
Mi enojo llegó a su valor máximo cuando leí la reseña de librerías de viejo. Resulta que en una de ellas tienen la primera edición de Operación Masacre, de Rodolfo Walsh, de 1957, a ¡300 pesos! Si Rodolfo llega a levantarse de su desconocida tumba, los ametralla sin dudarlo. Un tipo tan cerca del pueblo, que tanto luchó por los que no tenían nada, se indignaría si supiera que sus libros, que escribió para que los lean todos, se cotizan a un precio sólo apto para el millonario bibliófilo.
No arrojé la revista por la ventana por unas pocas razones. La principal, el comentario de las increíbles fotos que Edward Curtis les tomó a los legítimos dueños de Norteamérica (indios hopis, navajos, apaches y otros) a principios del siglo XX. Las imágenes son maravillosas y las historia que hay detrás también. Además las cuestiones que plantea la cultura fueguina (suplemento especial) son muy interesantes. Pero sobre todo, la guardé para hacer este largo post, este reflejo de mis huracanados sentimientos.
Lo peor es que me siento un poco responsable: si se publican estas cosas es porque yo y todos los que estamos subidos a otros trenes, no hacemos la suficiente presión. No nos escuchan, hasta que una mariposa agite las alas en Alto Volta y provoque que un sesudo crítico de Buenos Aires descubra que hay otra literatura
Aparte: son las 9 de la noche del domingo 30. Me acaba de llamar madre para que vea cómo arde el Unicenter Shopping. Y no pude evitar sonreír. Si los peronistas quemaron iglesias, por qué no puede arder este templo del consumismo. No se va a perder nada, salvo, lamentablemente, muchos empleos. Debería seguir el orden de los flambeaditos el Paseo Alcorta, el Alto Palermo y Pacífico (sólo los negocios, el lugar es muy lindo). Fosforito, el amigo oriental, le pifió con sus incendios de mueblerías, la posta era chamuscar shoppings, salir a quemar grasas. Faltaría Charly tocando la lira.
Estoy ácido. Influencia de Dr. House, de la lectura de Roberto Arlt y de ver demasiados episodios de los Simpsons. Cualquiera de estas cosas salvaría del fuego, antes que salvar Las viudas de los jueves. Lo siento, Claudia.
A propósito. Una vez le preguntaron (boludeces del periodismo, son iguales en todas partes) a Jean Cocteau qué salvaría de un incendio. La respuesta, la más hermosa: El fuego.
Besos.
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